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Alabanza del Pan

Este es el pan que con mi mano
puse en la mesa de mi casa,
blanco por dentro como nieve
y la corteza bien dorada.

Este es el pan que fue amasado
en el naciente horno del alba,
cuando la luz en el rocío
cobró la forma de una lágrima
y un ruiseñor se despedía
de las estrellas, en la rama
de la encina. Cuando la lluvia
por los collados caminaba.

Este es el pan que me alimenta
y por mis venas desbordadas
al corazón me lleva el ritmo
de las praderas y del agua.

Este es el trigo cuyos granos
tienen la sombra de mis ramas,
tienen la cal, tienen el sueño
de aquellas manos adoradas
-manos tejidas para siempre
con delgadas raíces, ávidas
de ver la luz y un libro abierto,
abierto al claro de mi lámpara-.

Este el trigo de los muertos
y este es el trigo de mi alma;
este es el tiempo, que camina
por mis venas apresuradas
hacia las venas de mi hija,
hacia sus risas y sus lágrimas,
hacia sus manos y cuadernos
y hacia la rosa soterrada
de su pequeño corazón
en donde brilla el gran misterio
de mi ceniza iluminada.

Este es el trigo de mi muerte
y de mis últimas palabras.
Este es el trigo de mis pies
y el alimento de mi nada.
Cuando la noche me derrumbe
-puerta serena y estrellada-
este mi trigo será un leve
estremecimiento de alas.