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Manuel Cepeda Vargas, una voz que nunca muere

A Iván Cepeda Castro

La poesía nunca muere. En sus palabras de prisiones y sueños està viva la voz de Manuel Cepeda. Fue un poeta que quiso, como Rimbaud, cambiar la vida. Como el Rimbaud de la Comuna de París, en la hora en que Eugene Pottier creó la música de la Internacional y Courbet dejò los pinceles para empuñar el fusil.

Manuel Cepeda creyó, con honda seguridad, que la entrega del tiempo y de la vida a una idea es la siembra donde germinan las arboledas del futuro. “Florecerán todos los árboles para ti, hijo mío y cantaran todos los ríos y alumbraran todos los soles”. Entonces habrá libertad para las palomas prisioneras.

Y volará en el aire de la vida futura “la dulce tórtola solar, la tierna muchacha valiente”, eternizada por la voz de su poeta. “Y nunca nadie lo sabrá pero allí estás, mi estrella única”.

Nació el 13 de abril de 1930 en Armenia y murió el 9 de agosto de 1994 en Bogotá.