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Poetas de Venezuela - Luis Enrique Mármol

Luis Enrique Mármol

El 17 de septiembre de 1926 murió en Valencia de Venezuela, a los 29 años recién cumplidos,el poeta Luis Enrique Mármol. Había nacido en la parroquia caraqueña de Santa Rosalía el 21 de agosto de 1897. hijo único de Luis Mármol y Rosa Amelia Infante.

Dejó un libro de versos de corte modernista titulado “La locura del otro” y una selección, también en verso, de estampas irónicas y finas, que tituló “Pastiches criollos”. Cuando José Tadeo Arreaza Calatrava publicó, en mayo de 1915, los primeros versos de Mármol, en el joven de 18 años ya se adivinaba la maestría poética que caracterizó su brevísima obra. De 1917 es el poema que da título al libro “Aquel otro”;

"Un dolor transparente de mis pupilas rueda
y esta ruina que pugna por ser, tan sólo queda
de aquel otro que estaba loco como la vida”

Un recobro del romanticismo y uno de sus temas más logrados es “El Visitante”:

Y quedé solitario con mi tedio...Ya nunca
volverá a visitarme mi espíritu de antes...

Es la de Mármol una poesía de imposibles y de lejanías, con un tinte de resignado escepticismo. Su actitud es similar a la de nuestro José Asunción Silva. Para ambos poetas, el uno voluntaria y el otro involuntariamente, alumbró el signo de la muerte prematura y trágica. Algo en el poema “Ayer” de Mármol se hermana con las “Gotas amargas” de Silva:

No quedaba sino lo cursi
de aquellos “Diarios” de mi amor...
Y en lugar de llorar, reí,
pero era más grande el dolor”...

Bien poco habla vivido el poeta cuando llego la muerte dolorosa e inesperada. Tal vez habría igualado a los más grandes de su generación de 1917 y el olvido no estaría cubriéndolo. Sus versos conservan la vigencia total de una obra de arte bien lograda. Si el destino no le permitió hacerla más extensa, una mano generosa, la mano de Raúl Carrasquel y Valverde, salvo del silencio la obra de Mármol, que había escrito versos eternos como “El Extranjero”:

Gulliver tomó asiento en la piedra rugosa
que los liliputienses llamaban “la montaña”.

Estas características perdurables están presentes en otro poema que Mármol tituló “Una mujer me llena de luz”:

Así remota eres más hondamente mía,
que la nada es la inmensa alma del universe
y la belleza una suprema lejanía...

Claro Recuerdo” tiene el crescendo de las letanías cristianas, que inicia una voz a la cual van uniéndose otras, hasta formar la angélica Escala de Jacob:

Tú que eres lo único mío,
claro recuerdo, sálvame!

Un trasunto de sus lecturas de Víctor Hugo presta fuerza y dramatismo al poema “Tendiese a dormir” ̈

"Y el cansancio no pudo seguirlo en su Carrera
ciega y desatentada a traves de las horas,
contemplaron los días, los años y los siglos
el vuelo de una sombra seguida de otra sombra”

Algo de ese cruel poema que Baudelaire tituló “Las Viejas”, angustiada protesta ante la ineludible crueldad del tiempo, se encuentra en “Los Mendigos”:

Y es que en verdad es duro mirar hacia la vida
cuando nunca alcanzamos nada o lo hemos perdido

El 18 de septiembre de 1926, al día siguiente de morir el poeta, se publicaba en la revista Elite de Caracas su último poema “El Apóstol Maldito”.

Y entonces el poeta detúvose y calló.

El Extranjero

Gulliver tomó asiento en la piedra rugosa
que los liliputienses llamaban la montaña.
A sus pies extendíase la ciudad populosa
de Liliput – fabril, progresista y tacaña.
La fábrica, el palacio, el parque, la cabaña
y la casona hidalga del abolengo rancio,
nada faltaba, era una ciudad como cualquiera:
cien carruajes cruzaban la blanca carretera
y más allá, labriegos oblicuos de cansancio.
Hormigueaba en las calle muchedumbre irrisoria
- líricos, hijosdalgo, pecheros, mercaderes,
estos ávidos de oro, fanáticos de gloria
aquellos, las mujeres, necias, al fin mujeres
¡Gulliver contemplaba cómo a sus pies hervía
en torpes ansias sórdidas la ciudad trepidante.
Odio, injusticias, crímenes...Y Gulliver sentía
el orgullo de ser gigante!

********* ******* *****

Gulliver tomó asiento en la piedra rugosa
que los liliputienses llamaban la montaña...
A sus pies descansaba la ciudad bulliciosa
de Liliput – romántica, luminosa y extraña.
Abríanse en la sombra trémulas luces de oro:
luz en palacio, en la cabaña claridad,
Grupos de amantes iban hacia el parque sonoro
y era un inmenso arrullo de amor y de piedad
toda la sombra... Oíase un susurrar de besos
y bajando la vista pudo ver Gulliver
los grupos abstraídos en hondos embelesos:
el hombre siervo, sierva divina la mujer.
Estaba solo en medio de la noche sombría,
junto al amor unánime de la ciudad vibrante.
Estaba solo..sólo...Y Gulliver sentía
la tristeza de ser gigante!