Skip to main content

Testimonio de un tiempo que termina

En diciembre de este año la poeta Maruja Vieira cumple 100 años. Su poesía ayudó a Colombia a entrar en la modernidad y ha sido clave para entender los conflictos que han sacudido al país. Semblanza y homenaje a cargo del poeta Federico Díaz-Granados.

Cambio Colombia
Marzo 6 , 2022
Por: Federico Díaz-Granados.

Hace algunos meses, en uno de los momentos más crudos de la pandemia, y con el pretexto de revisar unos nombres para una eventual antología de poesía colombiana para ser publicada en una universidad de Estados Unidos, tuve una entrañable conversación con la poeta Andrea Cote sobre nuestra tradición literaria, los autores y obras canónicas, los movimientos, grupos y escuelas y, sobre todo, los nombres olvidados. Coincidimos en muchas miradas y celebramos la impronta definitiva de las poetas en nuestra literatura del siglo XXI. Coincidimos en que hay que invitar a la lectura crítica y a la revisión de sus aportes definitivos a nuestra identidad y la manera de habitar un idioma. Entre ellas Maruja Vieira, quien nació en 1922, precisamente en una década dorada en la que también nacieron muchos artistas y escritores colombianos que vinieron a trazar los rasgos de una modernidad en nuestro país.

Recuerdo el homenaje que le rendimos a Maruja Vieira en el Gimnasio Moderno en marzo de 2012. Reunimos a varias jóvenes poetas para que celebraran una trayectoria y una obra que abrió muchas puertas para diferentes generaciones. En aquel evento llamado Nuevas Poetas en Bogotá participaron entre otras Yirama Castaño, Catalina González, Jenny Bernal, Paola Cadena, María Gómez Lara, Angélica Hoyos Guzmán, Carolina Dávila, Daniella Sánchez Russo, Marcela Escovar, Nathaly Díaz, María Paz Guerrero, Amparo Osorio y Eugenia Sánchez Nieto. Cada una de ellas leyó un breve texto sobre la obra de Maruja y la influencia que había tenido en sus procesos de escritura y posteriormente leyeron el poema favorito de la autora homenajeada. Aquella noche fue una verdadera fiesta de la palabra y la poesía. Meses después en el mismo recinto se encontraban por primera vez Maruja Vieira y la poeta nicaragüense Claribel Alegría, uno de los símbolos de la resistencia y el exilio en la poesía centroamericana del siglo XX. Fue un encuentro lleno de emociones. Era una cita aplazada en el tiempo. Se conocían por correspondencia, amigos en común y por lo que cada una representó en su país como precursoras de una poesía testimonial que con el paso de los años se podría entender como una crónica de su época, sus conquistas y contradicciones. Claribel apretó la mano de Maruja y le dijo “Cuántos años esperando este momento, cuántos exilios y amigos muertos para mirar hoy tus ojos que tienen la misma luz de tu poesía”. Clara Isabel Alegría Vides, bautizada Claribel por José Vasconcelos, tal cual le ocurrió a María Vieira White a quien el poeta chileno Pablo Neruda llamó Maruja: “Cuando Neruda estuvo en Colombia, le mostré el poema que me habían publicado en El Tiempo, gracias a Calibán, y que estaba firmado por María Vieira White. Entonces dijo: —¿María Vieira White? ¿Cómo le dicen aquí a las Marías? -—Y le contesté: Maruja. —Ah, en Chile les decimos Maruca, ¿qué tal Maruja Vieira? -—Y desde ese día me quedé así, porque nunca quise tener un seudónimo, como me lo había propuesto Calibán, quien decía que —un apellido tan comunista en El Tiempo...—A Neruda le encantaba darles nombre a las cosas”, recordó Maruja en una entrevista a propósito del Premio Vida y Obra que le concedió el Ministerio de Cultura en 2012.

Así como en febrero de 1954 Gabriel García Márquez publicó en El Espectador el texto La importancia de llamarse Maruja, un elogio a un artículo publicado por Maruja Vieira en el suplemento dominical donde ella responde con contundencia a todos los clichés de la sociedad patriarcal de esos años y a la incómoda pregunta “¿Cuándo se casa?”. Venciendo esos prejuicios del momento, la poeta tuvo el reconocimiento y el respeto de muchos de los más destacados intelectuales de su época. Varios de los escritores del grupo de Los Nuevos como Luis Vidales, León de Greiff y Germán Arciniegas, entre otros, y del grupo de Piedra y Cielo, como Eduardo Carranza y Jorge Rojas, y de sus contemporáneos de los Cuadernícolas y Mito, como Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus, Álvaro Mutis, Rogelio Echavarría y sus entrañables amigas, Matilde Espinosa y Meira del Mar, cuyo centenario también estamos celebrando en este 2022.

Sabe muy bien que el signo de estos tiempos ha sido la rabia y que desde allí se han revelado muchas de las fracturas de nuestra sociedad desde tiempos ancestrales.

Maruja fue una pionera de muchas reivindicaciones políticas y feministas. Si bien ella no fue nunca una militante de partido, siempre fue una abanderada de las luchas obreras y del reconocimiento de los derechos de las mujeres. Sus permanentes diálogos con su gran amigo Álvaro Sanclemente, director del Diario Popular y dirigente comunista, y con su hermano Gilberto Vieira, fundador y durante muchos años secretario general del Partido Comunista Colombiano, permitieron, a pesar de su no militancia, estar actualizada con la realidad de la política del país y de tener de primera mano las denuncias y a manifiestos contra el establecimiento y los gobiernos de turno. Siempre le obsesionó la necesidad de lograr una paz y una equidad en Colombia y de establecer la cultura y la poesía como el lugar de conversación y de la reflexión para alcanzar un nuevo contrato social. Por eso la hemos visto abanderando causas nobles y promoviendo a las nuevas autoras nacionales, defendiendo el medio ambiente, fomentando las soberanías de los países y la amistad entre los pueblos del mundo.

Desde la aparición de su primer libro Campanario de lluvia, en 1947, su vocación poética ha sido ininterrumpida. Más de 15 títulos además de numerosos ensayos y artículos periodísticos dan cuenta de su pasión lectora y de sus preocupaciones vitales y estéticas. Fue una de las primeras mujeres en ocupar cargos ejecutivos en Colombia, en trabajar en divulgación cultural y académica en el Sena, Colcultura y en universidades como la Central y La Sabana, entre otras.

Aprendió a leer con el periódico La Patria de Manizales entre los cuatro y cinco años. Su madre, Mercedes White, le leía versos de los grandes poetas del español y el incendio de 1925 en la capital de Caldas marcó definitivamente su sensibilidad porque es uno de sus recuerdos más nítidos y a la vez remotos de su infancia. La muerte de su abuela Rita Uribe de White fue el pretexto para la escritura de su primer poema. De aquella abuela, tía del general Uribe Uribe, y su abuelo el ingeniero inglés John Henry White viene en gran parte su carácter y manera de mirar los contextos y la historia.

Por su apellido y su inmediata relación con el Partido Comunista le negaron, inicialmente, el ser miembro de número en la Academia Colombiana de la Lengua, pero fue gracias a su amiga, la gran escritora Elisa Mújica quien llevó y promovió su hoja de vida, que finalmente ingresa la Academia.

Maruja fue una pionera de muchas reivindicaciones políticas y feministas. Si bien ella no fue nunca una militante de partido, siempre fue una abanderada de las luchas obreras y del reconocimiento de los derechos de las mujeres.

Uno de los momentos más duros y decisivos de su vida fue cuando murió su esposo, el poeta José María Vivas Balcázar, el 15 de mayo de 1960. Tres meses después nació su hija, la también poeta y comunicadora Ana Mercedes Vivas. Desde aquella fecha escribe poemas de amor dedicados a la memoria del poeta Vivas Balcázar, muchos de ellos incluidos en Sombra del amor.

Durante la pandemia Maruja se ha dedicado a la lectura. Ha estado activa en los diferentes eventos virtuales a los que fue invitada. Leyó poemas en redes sociales, grabó videos y estuvo atenta a cada uno de los eventos que ocurrían en el mundo. Reflexionó sobre los cambios que trajo esta tragedia a la humanidad y como conocedora de lo que la literatura ha retratado de las diferentes pestes que han azotado a la humanidad supo intuir la catástrofe que esto significa para el alma humana. Sin embargo, no ha perdido el optimismo y ha apostado por creer en la humanidad y por reconfirmar que la poesía es el vehículo para que las emociones humanas encuentren una dignidad y un lugar imperecedero en el lenguaje.

Ha estado atenta a las marchas sociales. Desde las primeras convocadas en noviembre de 2019 hasta el estallido social que empezó el 28 de abril de 2021 siempre estuvo del lado de los estudiantes, de los débiles, de los vencidos. Hizo declaraciones públicas y fue muy crítica frente a las respuestas de la policía y del gobierno. Contrajo el covid antes de la llegada de las vacunas y lo sobrellevó con la fuerza vital que viene de una región muy profunda de su vida. De esa región de donde ha salido el carácter para promover a jóvenes poetas y a la vez denunciar a los poderosos. Sabe muy bien que el signo de estos tiempos ha sido la rabia y que desde allí se han revelado muchas de las fracturas de nuestra sociedad desde tiempos ancestrales. Su poesía ha sido canto y cuento, a la manera de su admirado Antonio Machado, relato de una época y testimonio de un momento. Celebramos el centenario de esta poeta de una Colombia herida que le cuesta reconocer a quienes construyen nación por medio del arte. Atravesó un siglo y en pleno ejercicio de su lucidez es testigo de las conquistas y cambios que ha traído el siglo XXI. Vio nacer los grandes movimientos sociales, artísticos, así como vio caer el Muro de Berlín y con él toda una utopía. Ve con preocupación la guerra en Ucrania y se encuentra con los amigos y lectores por Zoom. Su sencillez y generosidad le impiden ser consciente de que festejar su centenario es, de alguna forma, un símbolo de un tiempo de termina y a la vez de una época que comienza.

La obra poética completa de Maruja Vieira está disponible para descarga gratuita en la página web www.marujavieira.com