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Baldomero Sanín Cano

En Rionegro de Antioquia se afincan las raíces de una estirpe de hombres que han dejado su huella en la historia de Colombia. Allí nació, el 27 de junio de 1861 Baldomero Sanín Cano. En Rionegro de Antioquia está el viejo solar de los Uribes y es un orgullo llevar su sangre, que se convirtió en gloria y mármol con Rafael, apóstol paladín y mártir.

El medio en donde se nace, las influencias que se reciben en la primera infancia, conforman al hombre y su espíritu hasta el último día de la vida. Quienes nacen en los departamentos de Antioquia y Caldas aprenden, con los primeros balbuceos, a decir la palabra recta, a mirar con los ojos claros; saben que hay que tener las manos limpias para poder alzarlas unidas  en la oración. La fragosa contextura de aquella tierra vuelve fuertes a los hombres, porque es necesario luchar duramente para arrancar de ella los medios de vida, sea con el oro de las minas, sea con la tierra cultivada heroicamente en Antioquia, o con sus cualidades generosas aprovechadas hasta el máximo en los  riscos magníficos de Caldas.

Baldomero Sanín Cano es  el arquetipo del hombre antioqueño.  Robles humanos que apenas se doblan bajo el peso de los ochenta, de los noventa años. Trabajadores incansables, hasta que las fuerzas los abandonan al borde mismo de la centuria. Así Luis Cano, el periodista insigne,  quien al frente de El Espectador  fue emblema de lo que el periodismo debe ser, como vehículo de orientación y nunca de confusión  o de zozobra.

Sería larga la enumeración de los hombres íntegros, paladines del trabajo y la verdad, que Antioquia ha dado a Colombia y Colombia ha entregado a América. Baldomero Sanín Cano es la síntesis de todos ellos. Ante su gloriosa ancianidad nos inclinamos con profundo cariño reverente. En su cabeza brillan noventa años de lucha y de vida sencilla y pulcra.  Ya voces más autorizadas que la mía han dicho al pueblo de Venezuela lo que significa el nombre de Baldomero Sanín Cano para la América Latina: yo quiero simplemente dar las gracias a Venezuela, que tan generosamente acoge a los colombianos, por todo cuanto los escritores y periodistas de este país han dicho en homenaje a nuestro querido maestro. A la Asociación Venezolana de Periodistas, a su presidente Luis Fernando Bellorín; a la Asociación de Escritores Venezolanos y a su presidente Ramón Díaz Sánchez ,a Arturo Uslar Pietri, a Eduardo Arroyo Alvarez, a Rafael Lozano, a Pedro Antonio Vásquez, a Angel Grisanti, a Juan Manuel González...A ellos doy las gracias en nombre del maestro que  a todos nos guía, a quien tanto debemos quienes alguna vez nos acercamos a su casita llena de libros de la Calle 57 de Bogotá, para darle emocionados las gracias porque sus palabras de aliento nos iluminaron el camino.

Mi obra toda es suya porque a él se la debo. Fueron sus palabras para una muchacha desconocida las que me alentaron y seguirán guiándome siempre. De él aprendí que la patria se ama mejor haciéndola amar en otras tierras. Tierras que, como Venezuela, nos entregan a su vez su corazón luminoso, para llevarlo con amor por la ruta de nuestros sueños de poesía

(Leído el 27 de junio de 1951 en la Asociación Venezolana de Periodistas)